martes, 25 de junio de 2013

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LAS TRISTES ELECCIONES EN LA FACULTAD DE HUMANIDADES  DE LA UNIVERSIDAD DEL VALLE


Es triste y no sorprende. Y es triste porque, además, no sorprende. La elección de decano –esta vez fue elegida una decana- en la Facultad de Humanidades de la Universidad del Valle estuvo salpicada por el escándalo. Después de largos doce años con un mismo decano, el profesor Darío Henao Restrepo, el profesorado de la Facultad de Humanidades intentó sacudirse de su modorra y, por fin, en vez de una reelección hubo nuevas candidaturas. Sin embargo, de manera intempestiva, en el mismo día de las elecciones fue anunciada la renuncia de uno de los candidatos debido a amenazas de muerte. El profesor William González, hasta ese momento vicedecano de Investigaciones, anunció que había recibido amenazas que lo obligaban a renunciar a su candidatura.  

Hubo elecciones, no obstante, y triunfó ampliamente la profesora Gladys Stella López, de la escuela de Ciencias del Lenguaje. Aun así, la mancha del escándalo obliga a reflexionar acerca de lo que ha venido siendo y debería ser nuestra Facultad de Humanidades, y también acerca de una necesaria reforma de los procedimientos de elección para cargos de esta naturaleza. Hay demasiados intereses, ambiciones y recursos económicos en juego que convierten la elección de un decano de una Facultad en algo que supera lo estrictamente académico y que se convierte en un asunto de política de la más baja calidad. Es mejor frenar ahora en seco y evitar nuevas situaciones escandalosas que dejan a la Facultad de Humanidades y a la Universidad del Valle expuestas al descrédito.  

No tengo autoridad ni elementos de juicio para dar un concepto definitivo sobre la renuncia y las denuncias del profesor William González; pero no es difícil percatarse que el método de la democracia representativa, aplicado en la escogencia de un decano, sirve más para explayar los defectos y mezquindades del ser humano que para reproducir sus grandezas. Tampoco es difícil admitir que en el pasado próximo hubo otros escándalos, reclamos e insatisfacciones que han terminado por agrietar cualquier propósito de un gran proyecto institucional. El procedimiento electoral sólo ha servido para alimentar la fragmentación de los profesores, para crear un clima de tensión innecesario.

En la Universidad del Valle, como en cualquier universidad colombiana, hace falta definir mejor las prioridades en la adjudicación de recursos económicos. El cargo de decano debería ser austero; los recursos económicos que estamos necesitando para fortalecer un sistema de posgrados, para financiar a estudiantes de doctorado, para sostener un verdadero departamento de publicaciones, no puede destinarse a alimentar las ambiciones (y diversiones) personales de quienes ocupan ciertos cargos en la dirección universitaria. Los recursos deben ser para las Facultades y no para los decanos.

Además de eso, el procedimiento de elección de un decano debería basarse en criterios más meritocráticos que democráticos y, al tiempo, debería tener un matiz mucho más participativo. Tal como funciona la actual reglamentación electoral, muchos de los departamentos y unidades académicas que componen la Facultad no podrán postular y hacer designar un decano. Ese cargo debería ser rotativo entre todas las unidades, sin oportunidad de reelección y con base en la postulación de ternas de candidatos que cumplan unos requisitos básicos fundados en la reunión de determinados méritos y trayectorias.

Me permito sugerir que la decana recién elegida promueva una reforma del reglamento de elección o designación de decanos; a ver si evitamos escándalos peores. Y, sobre todo, a ver si podemos sentirnos, los profesores de la Facultad de Humanidades, parte activa de una Universidad que es responsable con los recursos públicos. Menuda misión tendrá la profesora López, rescatar la Facultad de Humanidades del ostracismo, del desprecio institucional interno y del desprestigio externo. Si ella lo desea, puede liderar un necesario proyecto colectivo con prioridades de orden estrictamente académico.

Nota Bene: Esta opinión es personal y no incluye ni determina la que pueda tener el grupo de investigación ni la unidad académica a la que pertenezco.

GILBERTO LOAIZA CANO
Premio Ciencias Sociales y Humanas-Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012