LAS TRISTES ELECCIONES EN LA FACULTAD DE HUMANIDADES DE LA UNIVERSIDAD DEL VALLE
Es
triste y no sorprende. Y es triste porque, además, no sorprende. La elección de
decano –esta vez fue elegida una decana- en la Facultad de Humanidades de la
Universidad del Valle estuvo salpicada por el escándalo. Después de largos doce
años con un mismo decano, el profesor Darío Henao Restrepo, el profesorado de
la Facultad de Humanidades intentó sacudirse de su modorra y, por fin, en vez de
una reelección hubo nuevas candidaturas. Sin embargo, de manera intempestiva,
en el mismo día de las elecciones fue anunciada la renuncia de uno de los
candidatos debido a amenazas de muerte. El profesor William González, hasta ese
momento vicedecano de Investigaciones, anunció que había recibido amenazas que
lo obligaban a renunciar a su candidatura.
Hubo
elecciones, no obstante, y triunfó ampliamente la profesora Gladys Stella López,
de la escuela de Ciencias del Lenguaje. Aun así, la mancha del escándalo obliga
a reflexionar acerca de lo que ha venido siendo y debería ser nuestra Facultad
de Humanidades, y también acerca de una necesaria reforma de los procedimientos
de elección para cargos de esta naturaleza. Hay demasiados intereses,
ambiciones y recursos económicos en juego que convierten la elección de un
decano de una Facultad en algo que supera lo estrictamente académico y que se
convierte en un asunto de política de la más baja calidad. Es mejor frenar
ahora en seco y evitar nuevas situaciones escandalosas que dejan a la Facultad
de Humanidades y a la Universidad del Valle expuestas al descrédito.
No
tengo autoridad ni elementos de juicio para dar un concepto definitivo sobre la
renuncia y las denuncias del profesor William González; pero no es difícil percatarse
que el método de la democracia representativa, aplicado en la escogencia de un decano,
sirve más para explayar los defectos y mezquindades del ser humano que para
reproducir sus grandezas. Tampoco es difícil admitir que en el pasado próximo hubo
otros escándalos, reclamos e insatisfacciones que han terminado por agrietar
cualquier propósito de un gran proyecto institucional. El procedimiento
electoral sólo ha servido para alimentar la fragmentación de los profesores,
para crear un clima de tensión innecesario.
En
la Universidad del Valle, como en cualquier universidad colombiana, hace falta
definir mejor las prioridades en la adjudicación de recursos económicos. El
cargo de decano debería ser austero; los recursos económicos que estamos
necesitando para fortalecer un sistema de posgrados, para financiar a
estudiantes de doctorado, para sostener un verdadero departamento de
publicaciones, no puede destinarse a alimentar las ambiciones (y diversiones)
personales de quienes ocupan ciertos cargos en la dirección universitaria. Los
recursos deben ser para las Facultades y no para los decanos.
Además
de eso, el procedimiento de elección de un decano debería basarse en criterios
más meritocráticos que democráticos y, al tiempo, debería tener un matiz mucho
más participativo. Tal como funciona la actual reglamentación electoral, muchos
de los departamentos y unidades académicas que componen la Facultad no podrán postular y hacer designar un decano. Ese cargo debería ser
rotativo entre todas las unidades, sin oportunidad de reelección y con base en la
postulación de ternas de candidatos que cumplan unos requisitos básicos
fundados en la reunión de determinados méritos y trayectorias.
Me
permito sugerir que la decana recién elegida promueva una reforma del
reglamento de elección o designación de decanos; a ver si evitamos escándalos
peores. Y, sobre todo, a ver si podemos sentirnos, los profesores de la
Facultad de Humanidades, parte activa de una Universidad que es responsable con
los recursos públicos. Menuda misión tendrá la profesora López, rescatar la
Facultad de Humanidades del ostracismo, del desprecio institucional interno y
del desprestigio externo. Si ella lo desea, puede liderar un necesario proyecto
colectivo con prioridades de orden estrictamente académico.
Nota
Bene: Esta opinión es personal y no incluye ni determina la que pueda tener el
grupo de investigación ni la unidad académica a la que pertenezco.
GILBERTO
LOAIZA CANO
Premio
Ciencias Sociales y Humanas-Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012