Una nueva plataforma para un nuevo país
Sin, al
parecer, remedio posible, Colciencias se sigue caracterizando por su falta de
recursos y su desastroso hacer, con una permanente y paralizadora falta de
planificación y con una “producción” de múltiples molestias y
vaivenes incomprensibles para los investigadores, a quienes más que como
eso, se les trata como objetos investigados; que un año deben hacer una cosa, y
al siguiente otra; que un año cuentan con un presupuesto de investigación y, al
siguiente, normalmente disminuido, con otro; que un año se encuentran con una
megabrillante plataforma, y al otro, se les cambia y se les supercomplica,
volviendo, eso sí, con el diseño de sus campos informativos, a los viejos
esquemas que separaban las denominadas "ciencias exactas",
de las "ciencias humanas", porque cualquiera de los campos está hecho
para eso, para la exactitud, para aumentar las diferencias, siempre
desequilibrantes, entre los grupos; que un año, en fin, se ven sometidos a
la aplicación de unos criterios de medición y, al siguiente, de otros; y
así...hasta no se sabe cuándo, y así, como reza su eslogan, “todos por un nuevo
país”.
Todo, como si fuese la característica de una eterna im-potencia, parece funcionar a base de remiendos. Todas las políticas de Colciencias, desde que ha comenzado, parece ser que a modernizarse con un mayor y más rígido control de los grupos de investigación del país, suponemos que benevolentemente necesario, lo único que hasta el momento han originado son trastornos, mentales y políticos, personales y grupales, nacionales y regionales.
Así, Colciencias, un aparato burocrático de Estado que debe coordinar el Sistema Nacional de “Ciencia Tecnología + Información” y está conformado por los actores del conocimiento en la nación colombiana; en primer lugar, por la comunidad científica y académica, lo único que está legitimando es su mal hacer, porque a su existencia todavía no le hemos visto utilidad. Más que orientar, la política y los mandatos de Colciencias desorientan, más que estructurar, desestructura; más que nunca las cientos de quejas públicas por parte del profesorado investigador están justificadas. Si el control descontrolado (no planificado, sin plazos prudentes, con requisitos inoportunos) al que ahora se nos está sometiendo en esta nueva convocatoria de medición de grupos, ha de servir para algo, debe ser para para dedicar definitivamente mayores presupuestos a la investigación, para organizar primero y articular después los centros nacionales y regionales oficiales con un funcionamiento real, para relacionar las necesidades investigativas regionales a una planificación nacional coherente, para dar cabida a parámetros que midan los esfuerzos desde otras lógicas no cuantitativas, para hacer caso, en definitiva, (Colciencias, en tanto organismo estatal, no se sitúa por encima de los grupos e investigadores, antes al contrario, se debe a ellos) a una rabieta que no deja de amplificarse por las diversas plataformas de Crítica, Trastorno e Indignación que últimamente están aflorando por la comunidad científica y académica del país.
Todo, como si fuese la característica de una eterna im-potencia, parece funcionar a base de remiendos. Todas las políticas de Colciencias, desde que ha comenzado, parece ser que a modernizarse con un mayor y más rígido control de los grupos de investigación del país, suponemos que benevolentemente necesario, lo único que hasta el momento han originado son trastornos, mentales y políticos, personales y grupales, nacionales y regionales.
Así, Colciencias, un aparato burocrático de Estado que debe coordinar el Sistema Nacional de “Ciencia Tecnología + Información” y está conformado por los actores del conocimiento en la nación colombiana; en primer lugar, por la comunidad científica y académica, lo único que está legitimando es su mal hacer, porque a su existencia todavía no le hemos visto utilidad. Más que orientar, la política y los mandatos de Colciencias desorientan, más que estructurar, desestructura; más que nunca las cientos de quejas públicas por parte del profesorado investigador están justificadas. Si el control descontrolado (no planificado, sin plazos prudentes, con requisitos inoportunos) al que ahora se nos está sometiendo en esta nueva convocatoria de medición de grupos, ha de servir para algo, debe ser para para dedicar definitivamente mayores presupuestos a la investigación, para organizar primero y articular después los centros nacionales y regionales oficiales con un funcionamiento real, para relacionar las necesidades investigativas regionales a una planificación nacional coherente, para dar cabida a parámetros que midan los esfuerzos desde otras lógicas no cuantitativas, para hacer caso, en definitiva, (Colciencias, en tanto organismo estatal, no se sitúa por encima de los grupos e investigadores, antes al contrario, se debe a ellos) a una rabieta que no deja de amplificarse por las diversas plataformas de Crítica, Trastorno e Indignación que últimamente están aflorando por la comunidad científica y académica del país.
Alfonso Rubio
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