jueves, 12 de diciembre de 2013


La escritura de una jornada particular



Por Alfonso Rubio Hernández
Profesor del Departamento de Historia
Universidad del Valle

Son las 8 de la noche y en una voz alta que no supera los 40 dB, prácticamente a la misma intensidad de una conversación normal, leo para María un cuento que se titula La rebelión de los electrodomésticos. Llegamos a la página diez, cuando entra en acción el diálogo de la aspiradora, pero afortunadamente mi voz no alcanza el nivel de los 70 dB que ella produce y encuentro a María ya dormida.

            Sin transición, paso de la cama de María a la mía y retomo los relatos de Alice Munro, una escritora canadiense, Premio Nobel este año de 2013 y librera en la década de los 60 del siglo XX. Algunos ajenos e impertinentes comentarios que se han producido a lo largo del día y han herido mi sensibilidad, interrumpen o nublan mi lectura, pero me autoconsuelo camuflando la importancia que realmente tienen y retomo la lectura en la línea o el párrafo a partir del cual no me estaba enterando de nada. Esta vez leo íntimamente, exclusivamente para mis adentros y, como ya sólo miro para ellos, la fatiga a las 9:30 p.m. apenas me deja activar la alarma de un viejo despertador que tiene marcada la hora de las 5 de la madrugada. A esa hora despierto para que la niña pueda tomar su bus escolar. A partir de ahí comienza mi nueva jornada particular.

            Antes de mirar mi agenda, que formo a base de informales hojas sueltas  reutilizables, y antes de refrescar algunas notas que ayer escribí para la clase de hoy, reviso el buzón de entrada de mi correo electrónico. En él firmo con la letra A porque es la inicial de mi nombre y necesito responder con velocidad a tanta cantidad de mensajes, generalmente breves, que me permiten utilizar una gran variedad de criterios para su clasificación: relevantes y banales, amistosos y laborales, útiles e inútiles, insípidos y divertidos, esperados  e  inesperados, esperanzadores  y desesperantes, con  adjunto  o  sin adjunto: -¿Quieres adjuntar algún archivo? En el mensaje has escrito “adjunto”, pero no hay ningún archivo adjunto ¿Quieres enviarlo de todos modos? –Pues sí, hombre, envíalo ya, que no puedo perder más tiempo contigo. Pero ¿con quién hablo? Me he dejado dominar por el hábito a los correos electrónicos y soy un adicto irreversible. Vas a enloquecer, suprime contactos, mantén un horario estable para darles respuesta, la inmediatez es un engaño que sólo activa tu esquizofrenia, John Wayne fue un hombre tranquilo.

            Escritos de vida efímera, pero que últimamente debo guardar en archivos Word. No es que sea mi intención chantajear a nadie descubriendo tramas financieras, pequeñas o grandes corruptelas, no, lo hago porque con el tiempo, tanto emisor como receptor (yo y él, él y yo) dejamos de recordar con exactitud lo que un día nos dijimos. Ah, por cierto, se me olvidaba, la A, mi A, no sé por qué, siempre se me aparece simbolizando los significados, no reñidos, de principio y anarquismo.

            Después de reponer energías, estoy listo para enfrentarme al mundo exterior. Al descender las escalas me topo con el cartel que desde hace meses cuelga en el portal de entrada al edificio: CIERREN CON CUIDADO. Salgo a la calle pensando en ese imperativo que no agrede, mi imaginación se traslada a múltiples escenarios y hasta intenta desvelar la personalidad de quien fuere su autor, pero enseguida, a medida que avanzan mis pasos, unas nuevas lecturas, carteles de establecimientos comerciales, desvían mi atención: TODO a $10.000. Dido Peluquería. Corte. Cepillado. Manicure-Pedicure. Depilación con cera. Mechas. Maquillaje. 3398575; LAVANET del Sur. Lavandería-Internet. Sastrería. Clínica de ropa. 3009574086; MERCADIARIO AUTOSERVICIO. Lacteos. Frutas. Verduras. Carnes frías. Servicio a domicilio. Licores. Granos. Aseo. Papelería. 3305050; POSTRES & PASTELES CASA BLANCA. Servicio a domicilio. 3395425.
           
            En una sola calle de corto recorrido, textos prácticamente contiguos que de tan familiares que se han hecho para mí, no pienso en ellos, no soy consciente de su significado más allá de su utilidad como reclamo comercial; como diría el poeta argentino Oliverio Girondo, la costumbre nos teje diariamente una telaraña en las pupilas. La escritura  invade nuestra cotidianeidad y ahora, para seguir mi camino, debo esquivar la valla de la esquina que, en caracteres negros de una letra romana capital mayúscula de caligrafía cuadrada con fondo amarillo está diciendo PROHIBIDO APARCAR, sí, una letra igualita a esta Times New Roman. Atravieso el Edificio que siempre me grita su nombre: TORRES DE LA RIOJA, como si de un reclamo natal se tratara, quién sabe si celestial. Poniendo en práctica la Ley del Mínimo Esfuerzo, por el sendero más corto, cuando llego a la Calle 13 (siempre muy traficada), debo cruzarla por un lugar sin semáforo para situarme en la acera que, en línea recta, me lleve a la Cafetería OMA del Supermercado ÉXITO, en el Centro Comercial UNICENTRO; después de casa, mi segunda oficina de trabajo.

            Entre paso y paso, entre una mirada y otra a una escritura que exige mi atención, desde que he salido de casa no he dejado de construir mentalmente el siguiente párrafo del artículo, todavía inconcluso, que actualmente no me deja dormir. El poeta cartagenero Raúl Gómez Jattin murió en 1997 atropellado por un bus en las calles de su ciudad. Cuando atravieso una peligrosa vía sin semáforos siempre pienso en él y que en esos momentos en que vio la muerte, había conseguido al fin acabar su mejor poema, un poema que construyó enteramente en su memoria y que nunca pudo fijar por escrito.

            OMA ofrece una estimable variedad de cafés, granizados y cócteles, que anuncia en la pared más visible y extensa con la que cuenta. Caracteres blancos sobre fondo negro siguen esta clasificación: ESPRESSOS (cortado, 2400; doble, 3000; largo 2400; machiato 2400;…); TRADICIONALES (capuccino, 3600; capuccino caramelo, 4200; café latte, 2900; tinto americano, 1800;…); ESPECIALES (café jengibre, 6300); café colombia, 5900; café tradición, 7000: café italiano, 6300;…); GRANIZADOS (sencillo, 3900; crema, 4700; doble crema, 5700; espresso arequipe, 4800;…); y CÓCTELES FRÍOS (padrino, 7100; daiquiri maracuyá, 8100; cóctel oma especial, 8100; madrina, 7100;…)

            No necesito mirar tal variedad para solicitar mi café, ni siquiera necesito decir nada, sólo mi familiar –Buenos días y, a los pocos minutos, con mi nombre escrito en un vaso de plástico recojo mi tradicional tinto americano. Me acomodo en una de sus mesas, siempre, a ser posible, en la del rincón. Leo algunas páginas del texto titulado Entre las calles vivas de las palabras, de Carmen Rubalcaba Pérez; por cierto, hablando de poetas, un título que se encuentra reproducido en los versos del poema Elegía desde Simancas (Hacia la Historia), del poeta español Claudio Rodríguez.

            Mitad de diciembre, parece que hoy se ha madrugado mucho y las mesas comienzan a llenarse de iPods, tablets y celulares con ganas de funcionar sin descanso. Desde mi atalaya privilegiada, levanto la mirada del libro y echo un vistazo a mi alrededor: Precio insuperable. Productos sólo a $1000. La mejor navidad. Cosecha fresca. Oferta: 30 unidades huevo rojo Ekono $6490. Duopack Postobón $5500. Oferta Mango maduro x 500 g. $990. Ahorrar es vivir con Éxito. Primero consumo los textos escritos mediante una lectura rápida, mental, sintética. Parezco un lector culto. Pero estamos en el mes de diciembre y el supermercado ya se ha llenado de previsores compradores. Estoy al lado de una jauría de voces humanas que persiguen con su lengua centenares de productos navideños y me obligan a hacer una lectura lenta, con continuidad, sin pausas, fundando mi lectura no sobre la vista, sino sobre la escucha de mi propia voz. Parezco entonces un lector semialfabeto, un niño que lee en voz alta.

            Signos numéricos y alfabéticos, mayúsculos y minúsculos; blancos, verdes, amarillos y negros; redondos y cursivos, sobre fondos igualmente multicoloreados y llamativos. Hay una determinada calidad de impresión, un determinado tipo de caracteres, un aspecto formal intencionado al que me parece no hacer caso, al que no quiero hacer caso, al que, al pensarlo, se lo hago; es una eficiente, higiénica, una alfabética presentación que  inconsciente o conscientemente me atrapa, que irremediablemente me acerca al sabor comercial de una papaya que, con seguridad, luego en casa, devoraré lingüísticamente.

            Faltan 15 minutos para las diez de la mañana. Salgo de la cafetería para dictar mi clase de los miércoles de Paleografía y creo entonces que puedo respaldar el porqué de esto que primero sólo estuvo en mi pensamiento y ahora se ha convertido en escritura: siento una constante necesidad de responder sobre la identidad fundadora de mi actividad profesional, pues esta ha sido, supongo, mi elección de vida, aunque sólo encuentre respuestas efímeras y provisionales. Como quien pregunta a un documento histórico, se me apoderan la imposibilidad y el desasosiego, no puedo obtener respuestas reales para saber si mi elección es equívoca o no. Pienso que sí, pero no importa, como el mismo documento histórico escondo una recóndita intencionalidad y soy inagotable para poder seguir explorándome. Con seguridad la desmesura del desasosiego es más aparente que real; con seguridad, esta mañana transcribiremos una procesal encadenada de un viejo juicio criminal y todos quedaremos insatisfechos después de leerlo. Posiblemente nos embargue la emoción (¿qué más queremos?), posiblemente resucitemos a Pierre Rivière y acumulemos infinidad de preguntas, tan equívocas como la propia realidad histórica.

            Tan fragmentado y ambiguo como las respuestas que pudiéramos dar a este pedazo de juicio criminal del año de 1659, avanzo hacia el aula 1017 del Edificio 333 de la Universidad del Valle. Para poder entrar en ella, en un espacio posible de aproximadamente 300 metros, abarcable, humano, que pueda recorrer con mis piernas, intento encontrar alguna señal luminosa color verde, rojo o ámbar que sea indicio de que ahí hay, al menos, un semáforo. Espero paciente, por fin, la señal de un verde que te quiero verde que me permita adentrarme directamente por la puerta de la percepción peatonal de la Universidad, pues estoy anclado en el semáforo que se sitúa enfrente de ella. Recorro las huellas de una cebra descolorida; luego, después de rebasar los 5 metros de ancho de una ciclovía, las de otra, también descolorida. Ya en la acera que bordea la entrada, una señora parece hacerme aspavientos con su mano derecha para adosarme un ejemplar del ADN que le pesa en la izquierda; o sea, pone en mi mano, sin permiso previo, precipitadamente, 5 pliegos unidos de papel periódico que en su portada de hoy reza así: VENGANZA, CAUSA DE LA MAYORÍA DE HOMICIDIOS EN CALI.

            Dentro de la U atravieso un largo pasaje de columnas que no son romanas ni están llenas de graffiti, pero sí de muy distinta papelería y grafía que a un lado y otro, entre bananas y artesanías de caña, anuncian el alquiler de un apartamento, el inicio de una maestría, la venta de una bicicleta y una trompeta, un curso de yoga y otro de psiquiatría, la programación de un ciclo de cine y otro de teatro, un “Grandioso Concierto de Salsa”, la conferencia del doctor Jaime Jaramillo, experto en esoterismo. Es inevitable no leer alguno de estos anuncios artesanos, y hoy he leído tantos que mi cerebro, convertido ya en una inmensa batidora, está creyendo que esta ciudad es, en verdad, un rico cóctel de bio-diversidad.

            Llego a clase algo confundido e intento aclararme dentro de un esquema evolutivo que me recuerde y sitúe en el tiempo y en el espacio la forma de algunos tipos de letra: capital mayúscula romana, uncial, lombarda, irlandesa, visigótica, gótica, carolina, cortesana, procesal,  humanística. Respiro un poco. Efectivamente, como intuí, resucitamos a Pierre Rivièrre, pero no fue emoción lo que surgió, más bien, la letra procesal de la copia del jugoso manuscrito que debíamos analizar estaba tan encadenada y asustó tanto que no supimos ni quisimos preguntar nada, ni al documento ni mucho menos al ciudadano francés.

            Más fatigado que preocupado (la letra era de un nivel excesivo), regreso a casa, esta vez bordeando la maltrecha y ridícula acera que circunda los límites de la Universidad dirección norte por la misma Calle 13 de antes. Una, dos, tres marquesinas para el bus dispuestas a unos 100 metros de distancia una de otra, publicitan con diseño profesional que combina imagen, color y texto: NUEVO SABOR A MANZANA. Del Valle FRESH. Un placer que te refresca; FERIA DE CALI. Colombia te invita a conocer su: Gastronomía. Música. Cultura. Un universo a tus pies; LOS REGALOS DE NAVIDAD CLARO. Llévate estos equipos desde $0. Sólo pagas el IVA de $8240[1].

            Abro el portal del edificio donde se encuentra mi apartamento, recojo un sobre con extractos bancarios, la publicidad de una nueva pizzería que se ha instalado en el barrio y la factura de los servicios. Más números que letras, me digo, más signos arábigos que fenicios; el archivo familiar está a punto de desbordarse y deberíamos expurgar la documentación de algún que otro año sin hacer selección de ningún tipo, para qué; para qué la selección, no corro ningún riesgo, pues soy un ciudadano modélico y cumplo siempre con mis obligaciones. Tú sí, pero la Administración no, recuerda, conserva al menos el recibo de pago de aquel nunca realizado Mega-proyecto, quién sabe si habrá devolución de esta descarada Mega-estafa. Para qué, después de hace tanto tiempo, se ha convertido en una muletilla de extrema resignación.

            Almuerzo y a las 4 pm. despierto de una reparadora siesta. Leo, Leo, Leo es el nombre de la protagonista en la película homónima de José Luis Borao, porque leer no leo nada, soy un perfecto profesor universitario que sólo sabe escribir. Estoy atrapado por un perverso sistema crediticio y no es aconsejable recomendar la lectura de Adiós a la Universidad. El eclipse de las Humanidades, de Jordi Llovet; se corre el riesgo de que el sistema se desbarate y además, como digo, para qué. Para qué siempre es un pregunta inútil, decía mi difunto amigo Juan García; y es un máxima que sigo y seguiré poniendo en práctica para no preguntarme nunca por la finalidad de la vida.

            Espero entonces que pase el tiempo revisando facturas de letras y números diminutos, de perfecta estructura contable, aunque particularmente no entienda nada y tenga que llamar por teléfono a Emcali o a Claro para que me expliquen los nuevos cambios operados en su confección: se han suprimido algunos antiguos conceptos y otros se han cambiado por nuevas denominaciones, más actuales, más eufemísticas y acordes con los nuevos y cordiales tiempos que corren.

            Son las 6 de la tarde y María regresa del parque. Entra por la puerta de la casa y nada más verme me pone en la mano (esta vez pienso que sí, que es un verdadero ADN) una pequeña hoja cuadriculada de libreta donde puedo leer los caracteres mayúsculos que la desbordan, que me desbordan: PAPA QUANDO ME BAS A COMPRAR EL ARBOL DE NAVIDAD? En dos horas debe acabar sus deberes para el cole de mañana. Le ayudo a colorear algunas escenas hogareñas que se representan en uno de los pliegos que me acerca, mientras en su libro de texto, la Cartilla Micho, ella repasa las líneas de puntos suspensivos de nuestro alfabeto en caracteres minúsculos. Como una estela de luz que alumbra el pasado, los puntos suspensivos me llevan a recordar el primer libro que por iniciativa propia me atreví a comprar en una de las dos papelerías, más que librerías, que por aquel entonces había en mi pueblo. Era el Dictaditos, lo refresqué y comprobé hace poco, de 4º curso en su 5ª edición de 1970. Era el Dictaditos una obra adaptada a los cuestionarios de enseñanza primaria para aprender ortografía, en aquellos tiempos en los que el aprendizaje se basaba en la memorización y no en la comprensión. Un obra seriada creada por el español Andrés Pascual Martínez que comenzó en la década de los años 50 y concluyó en la de los 80 del siglo XX. Llegó hasta el 6º curso con un sinnúmero de ejemplares vendidos en el total de incontables ediciones.

            Qué papelería aquella, venida de una tradición decimonónica de impresores, se veían en sus estantes folletos de propaganda, carteles publicitarios, fotografías, programas de espectáculos, billetes de cine, de teatro, de bailes; postales, cromos, esquelas de defunción, tarjetas de comercios; a cada tipo documental le correspondía un sentimiento personal diferente. El papel, tal vez sea la base material de su procedencia, actúa como una especie de atracción natural y nadie está libre de ella.

            En fin, no quiero seguir recordando; el recuerdo, como ese “para qué” futurista, pueden convertirse en estados de ánimo terroríficos y ya pasó mi edad-pesadilla. Dan las 8 de la noche de este miércoles 11 que estoy a punto de tachar con un X en la hoja  número 12 de un calendario del año 2013 al que pronto daré fuego. Son las 8 de la noche y no quiero convertirme en el Bill Murray de El día de la marmota. Adiós.



[1] Increíble, ¡¿una nota a pie de página en un cartel publicitario!! No puedo creerlo, como en los escritos académicos, ¡¡una nota a pie de página!! ¿Habrá alguien que se atreva a leerla?: “Los equipos identificados con precio cero pesos son: LG Optimus L3 II, Motorola Razr D! y Nokia Lumia 520”.

domingo, 27 de octubre de 2013


Nuevo libro: 

Ensayos de historia cultural y política. Colombia, siglos XIX-XX


Gilberto Loaiza Cano y Maira Beltrán (Editores). Ensayos de historia cultural y política. Colombia, siglos XIX y XX
Cali: Programa Editorial Facultad de Humanidades, Universidad del Valle, 2012, 355 páginas.  ISBN: 978-958-765-008-2

Ejemplar e innovador son dos palabras que pueden parecer recurrentes o exageradas al momento de anunciar el lanzamiento o la aparición de cualquier libro. Pueden sobredimensionar, pueden explicar sesgos, pueden, en síntesis, afirmar problemas o evidenciar ánimos mercantiles. No obstante, estas mismas palabras, adecuadamente expresadas, sirven para dar una idea significativa de lo que implica la aparición de este conjunto de ensayos en el actual contexto de producción historiográfica regional y local, característicamente pobre en calidad y cantidad.

El libro resulta ejemplar no porque aspire a llenar vacíos, o a exhibir nuevas maneras de hacer historia, sino porque logra dar cuenta de los intereses e inquietudes disciplinares de distintas generaciones de profesionales de la historia formados y/o vinculados con el Departamento de Historia de la Universidad del Valle y, más específicamente, con uno de sus grupos de investigación. En otras palabras, los once artículos reunidos exponen una mirada a la historia de Colombia desde un ámbito académico específico, por lo que además de ilustrar los intereses temáticos acogidos en el medio, permiten visibilizar el conjunto de preocupaciones, influjos y perspectivas teóricas y metodológicas que han sido exploradas, interrogadas y aprovechadas para la construcción de conocimiento en la disciplina.

Resulta también innovador porque aglutina temas y problemas de interés historiográfico muy diversos, relativamente poco explorados y menos aún divulgados. El libro reúne ensayos dedicados a explorar la imagen del poder en el Antiguo Régimen y la construcción de una retratística memorial regional, junto a otros preocupados por la génesis de la producción fílmica en Cali o el desarrollo de una narrativa pornográfica en esta misma ciudad. Este interés por explorar representaciones e imaginarios, comparte espacio con indagaciones ubicadas específicamente en el ámbito de lo político -de la cultura política, si se quiere- y que se interrogan por la génesis del ciudadano republicano, las formas de sociabilidad decimonónicas, y el lugar del ejercicio diplomático y el clero en el proceso independentista y de construcción republicana. Varios de estos trabajos se articulan así a los actuales debates sobre la construcción de las naciones latinoamericanas, debates claramente propiciados por el clima bicentenario. Este libro incluye, finalmente, ensayos relativos a la evolución de una carrera militar en el Nuevo Reino de Granada, y a la vida cotidiana de una prestigiosa miembro de la élite caucana durante la primera mitad del siglo XIX, por lo que también pueden introducir al lector en el conocimiento de actores históricos que sólo recientemente han cobrado visibilidad en la producción historiográfica nacional. Además de mostrar cierta inclinación hacia el modelo prosopográfico, estos trabajos integran perspectivas cercanas al análisis microhistórico, explorando prácticas específicas de dos vidas disímiles a través de fuentes generalmente no aprovechadas (la correspondencia, por ejemplo) para ayudarnos a entender la complejidad de ciertas dinámicas y conflictos sociales inherentes a los escenarios de transformación social. 

Dando término a esta breve noticia del libro, no sobra insistir en que aún persisten vacíos enormes en el conocimiento general y específico de nuestra historia regional que demandan investigación y reflexión por parte de historiadores y científicos sociales. Esfuerzos editoriales aglutinantes, como el aquí presentado, tratan de satisfacer un poco esa demanda, al sumar empeños individuales interesados por dinamizar y complejizar un campo disciplinar que por momentos parece estático. Así, el grupo Nación/Cultura/Memoria invita a la lectura y crítica oportuna de estos once Ensayos, circunstancia sin la cual el trabajo expuesto en sus 355 páginas no podría quedar completo. 


Contenidos:

1. Ana María Henao Albarracín
Ceremonias y representación del rey. Un acercamiento a las formas de legitimación y propaganda del poder regio en la sociedad colonial neogranadina. Cali, siglo XVIII.

2. Alfonso Rubio Hernández
Víctor de Salcedo y Somodevilla. La carrera ascendente de un hidalgo en la Reforma Militar de la Nueva Granada.

3. Viviana Arce Escobar
El clero y la Independencia en la historiografía colombiana. Nuevos temas y tendencias recientes.

4. Catalina Ahumada Escobar
Labores, oficios y vivencias en una hacienda esclavista. La historia de Mariana Arboleda en la Hacienda Coconuco (1820-1850).

5. Maira Beltrán
Debates en torno a la Independencia: sectores populares, poderes periféricos.

6. Gilberto Loaiza Cano
El criollo: de súbdito a ciudadano.

7. Nhora Patricia Palacios Trujillo
La construcción de la ciudadanía en Colombia: 1809-1838.

8. Viviana Olave Quintero
Un diplomático inglés en las regiones equinocciales. El viaje de John Potter Hamilton por el interior de las provincias de Colombia, 1824-1825.

9. Carmen Cecilia Muñoz B.
Retratistica, mito patriota y élites en la creación del departamento del Valle del Cauca.

10. Yamid Galindo
Veinticinco segundos de película: María (1922). Primer largometraje del cine colombiano.

11. Diana Carolina Gutiérrez R.
Génesis de la novela pornográfica en Cali, 1960-1975.



miércoles, 7 de agosto de 2013


Los archivos personales:

Un patrimonio que se nos va a la capital

           
 
            Entro al catálogo en línea de la Biblioteca Luis Ángel Arango. En el campo “Índice de Autor” incluyo un nombre completo: Andrés Caicedo Estela. La búsqueda arroja un total de 150 registros. En la primera pantalla, entre las ediciones comerciales de sus obras, leo otras referencias como: “Angelita y Miguel Ángel [manuscritos]: historias para cine”; “Cuaderno de dibujos infantiles”; “Los diplomas [manuscritos]: drama rutinario”, o “Las aberraciones que claman piedad odio tras odio [manuscritos]: (cuento)”. Pincho la referencia nº 7: “Que viva la música [manuscritos]: cuadernos”. Efectivamente, el resultado corrobora lo que estaba imaginando: aparece una descripción física de 3 volúmenes de 28 cm., escritos a mano, con anotaciones de diferentes temas y “manchados”, con “algunas hojas arrugadas”. El resultado corrobora mi nervioso presentimiento, pero no puedo creerlo, el archivo personal de Andrés Caicedo, un caleño que se entregó intensamente a escribir y reescribir la ciudad de  Santiago de Cali, viviéndola y padeciéndola; a contarla en sus avenidas, plazas y calles, en escenarios y personajes que sólo pueden ser entendidos desde su particular identidad urbano-cultural, el archivo personal de Andrés Caicedo se encuentra en la capital de la República de Colombia, en Bogotá.

 
            El 12 de julio de este al parecer prometedor año de 2013 para una renovada Cali, con sus Juegos Mundiales entre julio y agosto; su Patrimonio Álvarez en septiembre, inaugurado por el presidente Santos, quién sabe si acompañado de su colega Obama; y los resucitados Black Sabbath en octubre; la Biblioteca Nacional de Colombia (BN) reunió en la Biblioteca Departamental Jorge Garcés Borrero a distintas instituciones relacionadas con el Patrimonio Documental y Bibliográfico de los Departamentos del Valle y Tolima. En cumplimiento, según la propia BN, de su misión patrimonial, esta intenta abordar el diseño de una Política Nacional de Patrimonio Bibliográfico y Documental cuyo resultado debe necesariamente responder a las necesidades de las regiones y el país.
 

            Entre otros temas, el posterior debate a la exposición del ponente, se centró en lo que podríamos llamar “desertización cultural” de la región. Como muchas veces he oído, con un tono, primero, de rabia, que va atemperándose para pasar conclusivamente a la resignación, se puso de manifiesto el malestar generalizado que existe en la ciudad de Cali por colecciones particulares de escritores, políticos, educadores o fotógrafos caleños, o residentes en Cali con ejercicio de su actividad laboral  en esta ciudad, que van a parar a instituciones públicas o privadas de la ciudad de Bogotá.

 
            Los archivos históricos permiten valorar un pasado concreto y apoyan nuestra orientación presente y futura, no importa si nos hablan de hechos constructivos o bárbaros; conocerlos todos debe siempre fortalecer  y mejorar nuestra convivencia ciudadana. Hay personajes (historiadores, artistas, filósofos, políticos, etc.) que han tenido una importancia decisiva con su producción o su pensamiento. Recuperar sus palabras (archivos sonoros), la escritura de su obra y los testimonios que rodearon su vida (cartas, fotografías, borradores manuscritos, recortes periodísticos, objetos) permite aproximarnos a su intimidad para poder profundizar o reenfocar su pensamiento, para aumentar el caudal de conocimiento que su figura aporta a la sociedad.
 

            Los fondos documentales de estos relevantes personajes suelen acabar, después de su fallecimiento, en manos de familiares o amigos. Su papel, por tanto, junto al papel que puedan desempeñar las instituciones, es fundamental para garantizar la conservación y posterior uso y difusión del mismo. Si es su deseo, las familias pueden enviar esos fondos a las instituciones mediante distintas modalidades de ingreso: donación, compra, legado o depósito. Hasta recientemente, la forma más habitualmente empleada era la donación a bibliotecas, universidades o archivos públicos: la entrega pura y simple, sin mediación de compra o intercambio de bienes. Pero el fortalecimiento de las instituciones privadas (pienso ahora en la Universidad EAFIT de Medellín), que frecuentemente utilizan el procedimiento de la compra para enriquecer su “sala de patrimonio documental”, está haciendo que las familias, dueñas de estos archivos privados, los vendan al mejor postor o, simplemente, a quien les ofrece una contraprestación económica por una segura custodia y divulgación de los mismos[1].
 

            En muchas ocasiones, las familias sólo buscan asegurar la conservación de estos fondos en una institución que garantice además una buena difusión de los documentos al investigador y al público en general. Si las instituciones existentes en la ciudad origen del fondo no se comprometen con ambas facetas, con una adecuada conservación, acceso y difusión, con seguridad las familias trasladarán de ciudad sus archivos personales buscando el lugar más conveniente para ello, normalmente la Biblioteca Nacional de Colombia y la Biblioteca Luis Ángel Arango, ambas en la ciudad de Bogotá.
 

            La compra de estos fondos y la falta de compromiso (muchas veces por falta de medios que garanticen un correcto tratamiento de los mismos) conlleva, por tanto, dos posibles desenlaces: 1. Que los archivos personales o familiares acaben en manos de instituciones privadas; y 2. Que las instituciones públicas regionales, más empobrecidas, generalmente, que las centrales, no reciban fondos documentales de este tipo. Las consecuencias, en ambos casos, para el sector público nacional, son graves: la disminución de sus potencialidades culturales y la excesiva centralización de su patrimonio documental, que desequilibra el enriquecimiento cultural de las “regiones”.

 
            El archivo personal de Andrés Caicedo (aunque significativo es sólo un ejemplo) conforma un patrimonio que, por el sentido natural del término y el sentido último con que sus páginas cobraron vida, está apegado indisolublemente a la ciudad de Cali. Sin él, nadie interesado por esos tres volúmenes manuscritos de "Que viva la música" puede visitar la ciudad de Cali, no podemos dar trabajo a documentalistas o archivistas, ni formarlos para que, como Matthias, El Archivista de la novela homónima de Martha Cooley, sienta la llamada de muchas voces en las hojas sueltas manuscritas, cartas y fotografías que componen las colecciones particulares de la biblioteca universitaria donde trabaja;  tampoco podemos organizar exposiciones, o seminarios dedicados al autor acompañados de documentos originales que un día tuvo en sus manos; sin poder familiarizarnos con lo que un día fue suyo, será difícil querer más y más el mundo personal de Caicedo y de todos los angelitos empantanados que le rodearon. Tal vez, ante esta ausencia, sea más grave la sensación que pueda permanecer en la ciudad, como si Cali no fuera capaz de inventariar o catalogar estos archivos privados que salen de ella para emprender un viaje antinatural. Creo que la donación del Archivo personal del dirigente sindicalista Ignacio Torres Giraldo por parte de sus familiares a la Biblioteca Central de la Universidad del Valle y su puesta a punto por medio de la confección de un riguroso inventario analítico, es una muestra, al mismo tiempo, de generosidad y capacidad para poner al servicio del historiador y del interesado en general, un valioso fondo documental.
 

            Las instituciones deben hacer frente a la desertización cultural, pública y regional. En la reunión mencionada del 12 de julio, la Biblioteca Nacional habló de construir un política concertada en aspectos como la gestión, la recuperación, la organización, la preservación y el acceso y la difusión del patrimonio bibliográfico y documental; habló de fortalecer la regionalización; habló, en definitiva, de empujar y apoyar una descentralización y conceder mayor autonomía a las bibliotecas departamentales, que deben contar con la ayuda necesaria para dar visibilidad a sus fondos y emprender acciones de  dinamización cultural con ellos, lo que en última instancia debe prevalecer en los intereses de las familias dueñas de relevantes fondos privados. Como si una nueva modernidad atravesara la ciudad de Cali, deseemos que esta descentralización sea eso, un signo de  modernidad que transforma ámbitos familiares y tradicionalmente gobernables, que descentraliza sistemas de relaciones que parecen estabilizados desde y para siempre.
 

            Sócrates decía que las leyes pocas y justas, pero que se cumplan. Colombia tiene mil leyes y un millón de remiendos decretales a las mismas, pero no tiene una Ley dedicada exclusivamente a su Patrimonio Documental y Bibliográfico, una ley que podría redefinir y aclarar las competencias y responsabilidades que actualmente tienen las instituciones públicas implicadas en el patrimonio bibliográfico y documental de la nación, y una ley donde se podría fomentar la fórmula de la “donación” previendo, como ejemplo, que este medio sea una forma de pago de la deuda tributaria (especialmente en el caso del impuesto de transmisiones sobre las herencias) y una forma de desgravación fiscal.
 

            En algún lugar leí que el filósofo rumano Ciorán no leía novelas porque, decía, habiendo ocurrido tantas cosa en el mundo, cómo podía interesarse por hechos que ni siquiera habían acaecido. Prefería leer diarios, memorias, autobiografías, correspondencia, libros de Historia. Vuelvo a pinchar en la relación de registros sobre Andrés Caicedo que el catálogo en línea de la Biblioteca Luis Ángel Arango me ofrece, esta vez en los registros número 2 y número 13. No sé si las narraciones de Caicedo acontecieron o no, pero esas marcas autobiográficas: “mecanografiado, correcciones y parte de la numeración escrita a mano”, “mecanografiado”, “en papel periódico manchado”, me trasladan a un tiempo donde “Para comenzar esta historia pudiera escoger una mañana luminosa, un viento sin polvo (la plasticidad de los contrastes), un atadito de libros. Mejor veamos: a las 9 de la mañana baja por la Avenida Sexta, hacia el sur, un bus «Blanco y Negro» («Blanco y Nunca», le decíamos de muchachos). A esa hora iban más bien vacíos. Cuando Angelita montaba en bus…”; esas marcas autobiográficas, una particular caligrafía, un error subrayado, el esbozo de un dibujo infantil, una fecha y una hora concretas anotadas en el margen de un folio mecanografiado, me trasladan a una realidad  más tierna y dura que la propia realidad de la ciudad de Cali.

 

5 de agosto de 2013

 

Alfonso Rubio
Director
Grupo de Investigación Nación/Cultura/Memoria

 




[1] La colección de archivos históricos de la Sala de Patrimonio Documental de EAFIT, está formada por cerca de 90 archivos privados (archivos familiares, personales, empresariales, bancarios, ganaderos, agrícolas, de asociaciones cívicas y culturales, etc.) que se han ido adquiriendo mediante donación y compra. Ahí encontramos archivos como los del Banco y Pasaje Sucre, de la Compañía Nacional de Exportaciones, de la Corporación Patriótica de Antioquia; archivos de la Familia Ángel Escobar, Ospina Vásquez; o los archivos de Ciro Mendía, Jorge Restrepo Uribe o José María Uribe Uribe.

martes, 25 de junio de 2013

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LAS TRISTES ELECCIONES EN LA FACULTAD DE HUMANIDADES  DE LA UNIVERSIDAD DEL VALLE


Es triste y no sorprende. Y es triste porque, además, no sorprende. La elección de decano –esta vez fue elegida una decana- en la Facultad de Humanidades de la Universidad del Valle estuvo salpicada por el escándalo. Después de largos doce años con un mismo decano, el profesor Darío Henao Restrepo, el profesorado de la Facultad de Humanidades intentó sacudirse de su modorra y, por fin, en vez de una reelección hubo nuevas candidaturas. Sin embargo, de manera intempestiva, en el mismo día de las elecciones fue anunciada la renuncia de uno de los candidatos debido a amenazas de muerte. El profesor William González, hasta ese momento vicedecano de Investigaciones, anunció que había recibido amenazas que lo obligaban a renunciar a su candidatura.  

Hubo elecciones, no obstante, y triunfó ampliamente la profesora Gladys Stella López, de la escuela de Ciencias del Lenguaje. Aun así, la mancha del escándalo obliga a reflexionar acerca de lo que ha venido siendo y debería ser nuestra Facultad de Humanidades, y también acerca de una necesaria reforma de los procedimientos de elección para cargos de esta naturaleza. Hay demasiados intereses, ambiciones y recursos económicos en juego que convierten la elección de un decano de una Facultad en algo que supera lo estrictamente académico y que se convierte en un asunto de política de la más baja calidad. Es mejor frenar ahora en seco y evitar nuevas situaciones escandalosas que dejan a la Facultad de Humanidades y a la Universidad del Valle expuestas al descrédito.  

No tengo autoridad ni elementos de juicio para dar un concepto definitivo sobre la renuncia y las denuncias del profesor William González; pero no es difícil percatarse que el método de la democracia representativa, aplicado en la escogencia de un decano, sirve más para explayar los defectos y mezquindades del ser humano que para reproducir sus grandezas. Tampoco es difícil admitir que en el pasado próximo hubo otros escándalos, reclamos e insatisfacciones que han terminado por agrietar cualquier propósito de un gran proyecto institucional. El procedimiento electoral sólo ha servido para alimentar la fragmentación de los profesores, para crear un clima de tensión innecesario.

En la Universidad del Valle, como en cualquier universidad colombiana, hace falta definir mejor las prioridades en la adjudicación de recursos económicos. El cargo de decano debería ser austero; los recursos económicos que estamos necesitando para fortalecer un sistema de posgrados, para financiar a estudiantes de doctorado, para sostener un verdadero departamento de publicaciones, no puede destinarse a alimentar las ambiciones (y diversiones) personales de quienes ocupan ciertos cargos en la dirección universitaria. Los recursos deben ser para las Facultades y no para los decanos.

Además de eso, el procedimiento de elección de un decano debería basarse en criterios más meritocráticos que democráticos y, al tiempo, debería tener un matiz mucho más participativo. Tal como funciona la actual reglamentación electoral, muchos de los departamentos y unidades académicas que componen la Facultad no podrán postular y hacer designar un decano. Ese cargo debería ser rotativo entre todas las unidades, sin oportunidad de reelección y con base en la postulación de ternas de candidatos que cumplan unos requisitos básicos fundados en la reunión de determinados méritos y trayectorias.

Me permito sugerir que la decana recién elegida promueva una reforma del reglamento de elección o designación de decanos; a ver si evitamos escándalos peores. Y, sobre todo, a ver si podemos sentirnos, los profesores de la Facultad de Humanidades, parte activa de una Universidad que es responsable con los recursos públicos. Menuda misión tendrá la profesora López, rescatar la Facultad de Humanidades del ostracismo, del desprecio institucional interno y del desprestigio externo. Si ella lo desea, puede liderar un necesario proyecto colectivo con prioridades de orden estrictamente académico.

Nota Bene: Esta opinión es personal y no incluye ni determina la que pueda tener el grupo de investigación ni la unidad académica a la que pertenezco.

GILBERTO LOAIZA CANO
Premio Ciencias Sociales y Humanas-Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2012  

miércoles, 24 de abril de 2013

Lanzamiento oficial 

Historia de Cali, siglo XX

El grupo Nación/Cultura/Memoria se complace en informar a la comunidad caleña del lanzamiento oficial del libro Historia de Cali, siglo XX, proyecto editorial dirigido por el profesor Gilberto Loaiza y coordinado en sus tres tomos por los investigadores Wilson F. Jiménez, Esteban Morera y José B. Garzón. Como ya se ha difundido por este y otros espacios, de este proyecto fue partícipe una amplia y disímil comunidad de investigadores, pertenecientes todos a distintos ámbitos académicos del país y de la región, y representantes a su vez de distintas generaciones de profesionales de las ciencias sociales y humanas. Este lanzamiento, apoyado por la rectoría de la Universidad del Valle y la Alcaldía de Santiago de Cali, cierra definitivamente una iniciativa de investigación y divulgación colectiva cuyo transitar fue dificultoso y problemático, pero que espera, como se anotó en pasadas entradas, alentar las suficientes discusiones, inquietudes y reflexiones sobre el pasado y el presente de una ciudad que, como muchas otras, precisa interrogarse sobre los rumbos tomados o por tomarse.

Acto protocolario de Lanzamiento y Entrega de la obra a las Instituciones Educativas de la ciudad

Fecha:
Abril 30 de 2013

Lugar: 
Centro Cultural de Cali, Cra. 5 No 6-05. Auditorio Principal.

Hora: 
7:00 PM (Con programación previa -ver imágenes)





lunes, 11 de marzo de 2013


La Biblioteca del Centenario
Reapertura, historia y oportunidad


El amor a las bibliotecas, como la mayor parte de los amores, hay que aprenderlo
Alberto Manguel, La biblioteca de noche

No son pocas las reflexiones de Alberto Manguel (2005) sobre su biblioteca personal que pueden extrapolarse, de forma más o menos precisa, a las bibliotecas públicas de las ciudades colombianas. Algunas han sido azar, otras fueron o son identidad, todas comúnmente son espacio y orden, pero otras también han sido mito, olvido y supervivencia. Muchas en sus orígenes o deambular alcanzaron incluso a ser poder. Con cien años formalmente cumplidos, pero con muchos más si se piensa en la idea que le dio origen, la Biblioteca del Centenario de Cali representó varias de estas facetas a lo largo de su inestable trayectoria.


Creada como espacio de calidades modernizantes, sus primeras décadas fueron de encuentro, celebración y, por supuesto, de prácticas lectoras y emprendimientos bibliográficos. Sostenida por la municipalidad, pero administrada por la menuda élite letrada de la ciudad, esta biblioteca albergó y dio cumplimiento a múltiples deseos, vinculados en su mayoría al quehacer literario de poetas, escritores e historiadores aficionados. Nuevos y no tan nuevos grupos lectores, como las mujeres, los trabajadores y, tiempo después, el estudiantado universitario, transitarían también por esta biblioteca. La segunda mitad del siglo XX marcaría sin embargo el final de su etapa más dinámica. Perdida entre las decisiones políticas y desplazada también de los círculos lectores que le daban prestigio, la biblioteca comenzó a volverse mito, sombra. De espacio pionero de la cultura caleña, la Biblioteca del Centenario pasó a ser un lugar casi irrelevante del acontecer sociocultural caleño hasta la década de 1990. Sólo la cercanía de su primer centenario, como se verá en la noticia anexa, pareció conmover los suficientes dolientes para que su recuperación y reactivación, así como la escritura de la historia de sus inicios y agitado transitar, pudiera comprometerse y adelantarse de manera exitosa.

De este modo, y ciertamente salvada de convertirse en un lugar de la memoria, la Biblioteca del Centenario parece volver a comenzar con el amanecer de otra segunda década de siglo. Ha dejado de ser poder y olvido, y hoy es una muestra de supervivencia -con mutilaciones-, algo sin duda importante y valioso, pero que también debe llamar la atención ciudadana sobre su contemporánea pertinencia en términos culturales, educativos, e históricos. Parafraseando de nuevo a Manguel, hoy la Biblioteca del Centenario se ofrece como taller, con espacios y estrategias nuevas, que la hacen visible y aprovechable desde la disciplina histórica, razones por las que el Grupo Nación/Cultura/Memoria celebra su retorno y le desea un mejor transitar en este nuevo periodo, ojalá lejos de las sendas del desorden y la neglicencia.  

Tomado de: http://www.mincultura.gov.co/micrositios/prensa/infraestructura-valledelcauca/#!/

Noticia sobre la reapertura:


Con motivo de la celebración del Bicentenario de Colombia en 2010, la Secretaría de Cultura y Turismo de Santiago de Cali inició un proyecto para recuperar la memoria histórica de la Biblioteca del Centenario, primera biblioteca pública de la ciudad. Esta iniciativa se vio plasmada en el proyecto editorial: Biblioteca del Centenario, 100 años de fundación, desarrollado por las historiadoras e investigadoras del grupo Nación/Cultura/Memoria: Eddy Carolina Sánchez Fuertes y Diana Romero Tenorio, trabajo próximo a lanzarse de manera oficial

La realización de este trabajo editorial motivó nuevos proyectos en torno a la Biblioteca, entre ellos la recuperación integral de su infraestructura física y esquema organizacional. El objetivo era adecuar y modernizar las instalaciones de la casa donde funcionaba la biblioteca desde la segunda mitad del siglo XX, dotándola de un nuevo mobiliario que ofreciese un mejor servicio a los usuarios. El proyecto fue encabezado por su directora encargada María Amparo Guerrero (2008-2010) quien trabajó fuertemente por devolverle a esta institución el lugar destacado que merece en el ámbito cultural de la ciudad. El proyecto fue apoyado por la Red de Bibliotecas Públicas Comunitarias de Cali a través de la Secretaría de Cultura y Turismo de Cali, Ministerio de Cultura, Fundación Biblio TEC, Fundación Carvajal y Fundación Cristiana de Jóvenes ACJ-YCM desde el año 2010 hasta el 2012. Gracias al apoyo de estas entidades, la obra de adecuación logró llevarse a cabo y el 25 de febrero de 2013 tuvo lugar la apertura de la Biblioteca, acto que contó con la presencia del presidente de la república Juan Manuel Santos, quien hizo formal su reinauguración.  En ese marco, la Biblioteca presentará a la comunidad caleña en el mes de marzo, el libro que recoge la historia de su primer siglo: Biblioteca del Centenario, 100 años de fundación

Después de permanecer cerrada poco más de dos años, son muchas las expectativas en torno a la Biblioteca del Centenario, su apertura significa no sólo el regreso a la vida cultural de uno de los espacios insignia de Santiago de Cali, sino además el inicio de diferentes programas y proyectos a los esta institución que le apostará. De momento, se presenta ante ustedes con unas instalaciones totalmente renovadas y un espíritu reavivado, con un aire moderno y antiguo que refleja su identidad, donde convive un pasado con más de cien años de historia y un presente dinámico e innovador. La Biblioteca cuenta hoy con cinco salas de lectura distribuidas en sus dos niveles, en la planta baja, aparecen las salas La Tertulia, donde se encuentran libros de ciencias naturales, medicina y novedades; y Rin-Rinque está dedicada a públicos infantiles. En el segundo piso encontramos las salas: El Ferrocarrilque alberga la colección de literatura general; El Relatorque se configura como la sala patrimonial, donde se encuentran los libros antiguos y la colección especial de la Biblioteca; y La Retreta que ofrece libros de sociales, religión y artes. También cuenta el nuevo edificio con dos áreas de lectura al aire libre, la primera el Café Libro Avenida del Río, ubicada en el primer nivel, y la terraza Charco del Burro,  igualmente, se dotó a esta institución con un Auditorio que fue llamado El ObeliscoCada nombre fue escogido en homenaje a algunos iconos de la ciudad, especialmente con algunos ligados al barrio El Peñón, barrio donde funciona la Biblioteca.

Sala de lectura La Tertulia.

Sala de lectura infantil Rin Rin


Atrás quedó la imagen de la biblioteca como simple custodio de libros, hoy su reto es funcionar bajo el lema de "Bibliotecas Vivas", ofreciendo espacios dinámicos donde los usuarios puedan interactuar con las letras, la historia, la cultura y el arte de una mnaera más amena. Se pretende, en síntesis, que la nueva Biblioteca del Centenario logre atender a las demandas de los diferentes sectores: estudiantes, docentes, círculos artísticos, colectivos culturales, grupos de investigación, etc., estableciendo con ellos canales de comunicación que permitan el aprovechamiento del nuevo espacio y la construcción de propuestas que favorezcan a la comunidad en general.

domingo, 13 de enero de 2013


Historia de Cali, siglo XX 

Cali y Colombia tienen desde ahora tres tomos de la historia de una ciudad. Una variada comunidad científica, proveniente en su mayoría de la Universidad del Valle, ha reunido más de cuarenta ensayos acerca del espacio urbano, la política y la cultura.




Ha comenzado a circular, en tres tomos, la Historia de Cali, siglo XX. Esta primera edición es de distribución gratuita y prioritariamente en los principales centros educativos de la capital del Valle del Cauca. A pesar del limitado tiraje de 600 ejemplares y de ser una edición no comercial, muchas personas se han acercado a la Facultad de Humanidades de nuestra universidad en busca de un ejemplar de la obra. Por ahora podemos decir que la dirección de la Universidad del Valle se ha comprometido en distribuir los ejemplares de tal manera que bibliotecas, colegios y universidades de la región y del país puedan contar con un ejemplar de los tres tomos. Y si el interés suscitado sigue multiplicándose, será potestad de la Universidad lanzar una nueva impresión de la obra, esa sí, de ser posible, disponible para la venta.

El grupo de investigación Nación/Cultura/Memoria, responsable editorial del proyecto, puede decir ahora que cumplió una difícil misión que abarcó persuadir autores, reunir textos, corregirlos, ilustrarlos, diseñarlos, conseguir financiación para publicar. Nada de eso fue sencillo. La Historia (con mayúscula), una disciplina científica en apariencia trivial e inútil, ha puesto a conversar a la universidad consigo misma y con la clase dirigente de esta ciudad. Logramos reunir un conjunto de autores y artículos que demuestra que en la Universidad del Valle, principalmente, se ha ido consolidando una tradición de examen riguroso de las condiciones de existencia de la que es hoy la más importante ciudad del suroccidente de Colombia; que hay una preocupación interdisciplinaria por descifrar el pasado de Santiago de Cali y por ofrecer alternativas a un rumbo que, hoy, no es el más afortunado. Ya son por lo menos tres generaciones intelectuales las que vienen construyendo un saber relacionado con la historia de esta urbe reciente y deforme; han intervenido en esa historia los sociólogos, los geógrafos, los arquitectos, los urbanistas, los periodistas, los filósofos, los politólogos y, por supuesto, los historiadores a secas. Estos tres tomos de la Historia de Cali fueron, sobre todo, un homenaje a quienes iniciaron y consolidaron la preocupación científica por el devenir de esta ciudad.

La clase dirigente de esta parte del país ha sido muy opaca y sabemos que este tipo de esfuerzos poco le entusiasman. El autismo del poder político ha contribuido, en mucho, a que una ciudad que alguna vez fue bella haya terminado devorada por el mal gusto y, sobre todo, por la asimetría entre las exuberancias de la inversión privada y las limitaciones de la iniciativa estatal. Si esa clase dirigente pudiera entender que para inventar cualquier cosa es necesario tener puntos de referencia, que no se puede crear si no se conoce la tradición, que si no se entiende lo que el cuerpo social ha venido acumulando es muy difícil decidir con lucidez qué transformaciones son satisfactorias o dañinas en la vida de la ciudad, entonces este libro habrá cumplido buena parte de sus propósitos. Si este libro lograse al menos conmover a esa clase dirigente y ponerla a mirar con mayor atención lo que ha venido siendo Santiago de Cali, podemos creer que este esfuerzo colectivo de una comunidad universitaria ha tenido sentido.

Estos tres tomos, consagrados al espacio urbano, a la política y a la cultura reúnen suficiente materia como para alentar discusiones; es posible que haya excesos y vacíos (siempre falta o sobra algo), pero sí hay, de todos modos, una visión de conjunto, un amplio panorama de preocupaciones y temas provenientes de las diversas disciplinas que se arropan en el rótulo de las ciencias sociales y humanas. Creo que hemos superado el anecdotario chismoso a que nos han tenido acostumbrados en estos parajes de provincia. Y, principalmente, hay algo que otras ciudades del país y del mundo aún no tienen, un libro colectivo que da cuenta de la historia de su último siglo; para esa constatación es bueno mirar afuera de vez en cuando. Hay, por fin, una historia de la ciudad basada en la madurez obtenida por una comunidad científica propia; solicito que ponderen todo eso como premisa, después pueden dedicarse a decir lo que les venga en gana, según el derrame de bilis o de envidia que cada uno tenga, según lo que la campana de la parroquia de cada cual quiera hacer sonar. Por último, una advertencia llana: esta no es la historia de Cali, es una contribución colectiva a la historia de una ciudad, es un aldabonazo para despertar una necesaria inquietud ciudadana, una necesaria participación en el rumbo de las ciudades colombianas, todas peligrosas, despiadadas y deformes.   

GILBERTO LOAIZA CANO
Director del proyecto.


Referencias y tablas de contenido:

Gilberto Loaiza Cano (Dir.) Historia de Cali, siglo XX. Santiago de Cali: Programa Editorial Facultad de Humanidades, Universidad del Valle, 2012. Tres volúmenes. ISBN Obra Completa 978-958-670-984-2.

Vol. 1: Espacio Urbano

José B. Garzón (Coord.) Historia de Cali, siglo XX. Santiago de Cali: Programa Editorial Facultad de Humanidades, Universidad del Valle, 2012. 396 págs. ISBN 978-958-670-989-7.


Presentación, p. 9
Introducción general, p. 11
Introducción al tomo, p. 19

Modelos urbanísticos de Cali en el siglo XX, p. 25
Ramiro BONILLA SANDOVAL

Cuatro pistas para un estudio del espacio urbano caleño, p. 86
Jacques Jean APRILE-GNISET

Transformaciones sociodemográficas y grupos socioraciales en Cali, siglo XX e inicios del siglo XXI, p. 145
Fernando URREA GIRALDO

Tecnologías modernas del transporte en el proceso de configuración de Cali como centro de la región vallecaucana, p. 195 
Carlos MEJÍA


Vivienda popular y acción estatal en Cali, siglo XX, p. 235
Gilma MOSQUERA TORRES

El espacio público en la configuración urbana de Cali en el siglo XX, p. 252
Carlos Enrique BOTERO RESTREPO

La arquitectura en Cali, p. 272
Benjamín BARNEY CALDAS

Los ejidos en Cali: espacio persistente en la memoria colectiva, p. 289
Yasnaia SANCLEMENTE SALCEDO y Julio César RUBIO GALLARDO

El Plan Piloto de Cali de 1950: del modelo de ciudad moderna a la ciudad real, p. 307
León Darío ESPINOSA RESTREPO

Obras públicas y transformación urbanística de Cali, 1950-1970, p. 324
Erick Abdel FIGUEROA PEREIRA

Distribución del suelo y construcción de riesgos en Cali durante la segunda mitad del siglo XX, p. 336
Nayibe JIMÉNEZ PÉREZ y Andrés VELÁSQUEZ RESTREPO

Cambios de la ocupación del suelo en Cali, 1989-2003, p. 353
Luis Marino SANTANA RODRÍGUEZ y Luis Alfonso ESCOBAR JARAMILLO

Geografía y ciudad, p. 379
Rodolfo ESPINOSA LÓPEZ


Vol. 2: Política

Esteban Morera (Coord.) Historia de Cali, siglo XX. Santiago de Cali: Programa Editorial Facultad de Humanidades, Universidad del Valle, 2012. 412 págs. ISBN 978-958-670-990-3.



Presentación, p. 9
Introducción general, p. 11
Introducción al tomo, p. 19

Política y dinamita. La presencia de Cali en la historia colombiana del siglo XX, p. 25 
César Augusto AYALA DIAGO

Cali y el Valle del Cauca: configuración moderna y reconfiguración contemporánea de la región y la ciudad-región, p. 70 
Oscar ALMARIO GARCÍA

El establecimiento del departamento del Valle del Cauca y la designación de Cali como su capital, p. 94
José Benito GARZÓN MONTENEGRO

La prensa de Cali y el progreso de la nación en los primeros años del siglo XX, p. 109 
Aura HURTADO


Ciudadanos y amigos: relaciones sociales y políticas en Cali, 1906-1930, p. 128
Enrique RODRÍGUEZ CAPORALI

Clase, cultura, industrialización y urbe: congresos obreros en Cali, primera mitad del siglo XX, p. 152
Camilo Ernesto SERRANO CORREDOR

La corrupción de la carne: el oficio de la prostitución en Cali a comienzos del siglo XX, p. 169
Laura Paola AVILA QUIROGA

Vida pública antes y después del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, p. 190
Esteban MORERA APARICIO

La izquierda partidista en Cali, 1958-2010. De las confrontaciones y el dogmatismo a los acuerdos y al pluralismo, p. 225
Javier DUQUE DAZA

El sufragismo en el "ballet de Clara Inés" , Relator 1950 – 1957, p. 262
Judith GONZÁLEZ ERASO

Mujeres en El Crisol: prensa y ciudadanía política en Cali 1968-1975, p. 279
Lorena PENAGOS CABRERA

La élite política y sus decisiones sobre la espacialidad en Cali de 1958 a 1998, p. 296
José DARÍO SAENZ

Ciudad y violencia: Cali en el siglo XX, p. 327 
Álvaro GUZMÁN BARNEY

Cali, ciudad pluriétnica, multicultural y de resistencia de negros e indios, p. 376 
Luis Carlos CASTILLO


Vol. 3: Cultura 

Wilson F. Jiménez (Coord.) Historia de Cali, siglo XX. Santiago de Cali: Programa Editorial Facultad de Humanidades, Universidad del Valle, 2012. 440 págs. ISBN 978-958-670-991-0.


Presentación, p. 9
Introducción general, p. 11
Introducción al tomo, p. 19

Cali en la primera mitad del siglo XX: mentalidades y sensibilidad, p. 27 
Edgar VÁSQUEZ BENÍTEZ

Libros, lecturas y lectores en Cali. Élite intelectual e imaginarios de modernidad (1892-1910), p. 51 
Juan David MURILLO SANDOVAL

La Biblioteca del Centenario, años de esplendor: 1910-1945, p. 73
Diana Jovanna ROMERO TENORIO y Eddy Carolina SÁNCHEZ FUERTES



Textos, lectores y lecturas. Panorama de las revistas culturales en Cali entre las décadas de 1970 y 1980, p. 98
Adrián ALZATE GARCÍA y Nancy OTERO BUITRAGO

La Iglesia Católica en Cali durante el siglo XX: una presencia viva y desconcertante, p. 122
Diego AGUDELO GRAJALES

La educación en Cali, siglo XX: lógicas de formación y políticas institucionalizadas, p. 145
Javier FAYAD SIERRA y Carlos Mario RECIO BLANCO

Las escuelas de artes y oficios San Juan Bosco de Cali y Antonio José Camacho, 1930-1960, p. 169
Alberto MAYOR MORA

Institucionalización de la formación artística en Cali en el siglo XX, p. 208
Carmen Cecilia MUÑOZ BURBANO

Museo de Arte Moderno La Tertulia. 1968-1990, p. 235
Ana María GÓMEZ

Lucy Tejada, obra temprana, p. 255
Nicolás GÓMEZ ECHEVERRI

Cali de película: una historia en pantalla gigante durante el siglo XX, p. 272
Yamid GALINDO CARDONA

Construcción de una nueva dramaturgia en el Teatro Experimental de Cali, p. 308
Jesús Mauricio DURÁN

La fotografía de estudio y los usos sociales del arte, p. 326 
Edward GOYENECHE GÓMEZ

Música en Santiago de Cali, 1900-1950, p. 344
María Victoria CASAS FIGUEROA

Balsadas y parrandones en La Sucursal del Cielo: inmigración y prácticas musicales en Cali durante la segunda mitad del siglo XX, p. 364
Manuel SEVILLA y Paola CANO

Exclusiones y transgresiones. Poblaciones diferenciales en la historia de Santiago de Cali en el siglo XX, p. 382
Javier FAYAD SIERRA

Las representaciones culturales afrodescendientes, un breve lienzo de la memoria social, p. 401
Germán FEIJOO MARTÍNEZ

Ciudad mutante: transiciones culturales en Cali durante la segunda mitad del siglo XX, p. 419
Liliana ARIAS ORTIZ